Puerperio y lactancia materna: recuperar el tempo de la maternidad

Puerperio y lactancia materna: recuperar el tempo de la maternidad




“Dedicado a todas esas maravillosas puérperas que inundan nuestras vidas de inspiración y oxitocina. Ellas llevan en su interior la verdadera fuerza transformadora del mundo”.


Tal vez, de entre todos los estadios de la femineidad, el más desconocido por la sociedad sea el del puerperio. Tal es la ignorancia que existe sobre esta enriquecedora etapa del alma femenina, que si se busca la definición en el diccionario de la RAE nos encontramos con esta insultante entrada en su primera acepción: “Puerperio: Período que transcurre desde el parto hasta que la mujer vuelve al estado ordinario anterior a la gestación.”


Absurda explicación donde las haya. Jamás una mujer, tras ser madre, y sean cuales sean sus circunstancias ulteriores, volverá “al estadio ordinario anterior a la gestación”. El embarazo, el parto, la lactancia y, aún más, el puerperio, modifican ese estado y, tras el paso por estas etapas, aparece una mujer diferente, ni mejor, ni peor, simplemente distinta a la que era antes de su embarazo. Además, si la mujer opta por ofrecerle a su bebé lo que se denomina una lactancia “prolongada”, es decir, más allá de los primeros seis meses de vida, muchas mujeres realizarán un camino iniciático de recuperación de la espiritualidad ancestral de la maternidad.


Si me lo permiten, desearía tomarme aquí una pequeña licencia para exponer mi oposición al término “lactancia prolongada”. ¿Por qué lactancia prolongada cuando lo normal es que la lactancia materna dure más allá de los dos o tres primeros años de vida? Abogo porque se denomine “lactancia reducida” a aquella que sea inferior a los dos años recomendados por la OMS y Lactancia normal, o simplemente “Lactancia” a la que sea la natural que dispone la fisiología de nuestra especie.


Pero, siguiendo con el tema del puerperio, me gustaría recordar que la primera fase del puerperio transcurre durante las primeras semanas y meses tras el parto. En esta primera etapa, por lo general, nos encontramos con un periodo complejo y convulso en el que las emociones tanto positivas como negativas, fruto del reajuste hormonal y emocional post embarazo y parto, atraviesan el cuerpo de la madre (y del bebé) de forma cuasi continua. Como mínimo, podríamos decir que esta primera fase del puerperio es desconcertante y abrumadora, y no es de extrañar que muchas mujeres realicen una “huida hacia adelante” y lo eludan sin intentar siquiera comprender el porqué de ese bombardeo continuo de recuerdos, sensaciones y vivencias al que las está sometiendo su inconsciente. No obstante, esta evasión tiene su precio y, por desgracia, en muchas ocasiones, la salud del bebé acaba resintiéndose por la deserción emocional de su madre.


Durante el puerperio, el bebé ejerce de intermediario entre su madre y su sombra. Si los conflictos emocionales maternos no se mueven, si se esconden aún más, el bebé actuará como el Maestro de la madre mostrándole el camino a seguir para liberarse de los condicionamientos negativos de su pasado. Llantos, enfermedades, alergias, resfriados, cólicos, etc. ¡Todo es una llamada de atención a la madre!


También es verdad que no todas las madres recientes están preparadas, maduras o viven en el entorno adecuado para conocer de primera mano la cara más oscura de su pasado. No olvidemos que las puérperas se enfrentan día a día a una miríada de recuerdos sin ambages, dolorosos y, las más de las veces, angustiosos. Además, estas imágenes que vuelven del pasado en crudo, sin los adornos que el tiempo les puso para suavizarlas, pueden ser muy desestabilizadoras ya que atacan directamente a las creencias y convicciones de la nueva Mamá. Para muchas mujeres, resulta apabullante el percatarse de que su madre, tan fantástica como les parecía, en realidad era una persona egoísta que, de niña, la tenía abandonada emocionalmente, o que un familiar abusó de ella, o que su abuela tenía sojuzgada a su madre, o que su padre la maltrataba psicológicamente, o simplemente, que fue una niña solitaria a la que nadie sostuvo emocionalmente, o, o, o … y por cada puérpera tenemos mil y un recuerdos, mil y una historias por resolver.


Para buscar un símil que defina con propiedad el Puerperio, podríamos decir que esta etapa de la sexualidad femenina es como álbum de fotos multisensorial. Un álbum, en el que un olor, una palabra, un sonido, una imagen, un sabor, una palabra, etc. rescata, súbitamente, de la memoria más recóndita y perdida, los recuerdos de un acontecimiento, las más de las veces no resuelto, y que aunque olvidado en el consciente, ha dirigido, desde el inconsciente, el comportamiento vital de la niña y de la adulta.


Pasados los primeros meses de puerperio, cuando el bebé es más mayor y menos vulnerable, cuando la madre está menos angustiada en su nuevo papel, si la mamá lo desea y sigue con la Lactancia Materna, llega el momento en el que la mujer puérpera puede aprovechar el enorme potencial de creatividad y transformación interior que brinda esta época única de la femineidad. Al tiempo que mana la leche por el pecho, fluyen las ideas por la mente, se remueven los recuerdos en el corazón y la oportunidad de liberarse de la sombra aparece con una fuerza extraordinaria. Este es el momento que toda mujer puérpera debe aprovechar para buscar su yo esencial, para liberarse de condicionamientos y traumas pasados y recuperar su verdadera personalidad. El camino no es sencillo y, las más de las veces, será necesario que la mujer cuente con una o varias cómplices respetuosas y comprensivas en su camino de autodescubrimiento (grupos de madres, asociaciones, psicólog@s o terapeutas expertos en puerperio, etc.). Los daños emocionales, a veces, son tan profundos que resolverlos por una misma es imposible. Buscar y pedir ayuda no tiene nada de vergonzoso, al revés supone un acto de madurez y de responsabilidad hacia los hijos. Si nos liberamos de nuestras zonas sombrías, le estamos regalando a nuestros hijos la posibilidad de no heredar nuestros condicionamientos. Si nos deshacemos de nuestros yugos, no se los pasaremos a nuestros bebés y tendrán un camino vital más libre, con menos trabas.


En paralelo a esta introspección personal, la mujer puérpera ve cómo, de su interior, la creatividad surge o resurge en ella con una fuerza extraordinaria. La energía de la femineidad se abre paso y la mujer la utiliza para pensar, escribir, pintar, coser, esculpir, diseñar, imaginar, etc. con gran inspiración y sensibilidad. Los temas más recurrentes en las obras de estas maravillosas artistas suelen ser los hijos, la naturaleza, la vida, la maternidad, el significado de ser mujer, el parto, la lactancia, el embarazo, la crianza y la transformación interior derivada de la fuerza creadora y dadora de vida de la femineidad. Este proceso se produce intrínsecamente relacionado con la lactancia materna. Hormonas como la oxitocina y la prolactina inundan a la madre en cada toma del bebé, lo que estimula cambios fisiológicos, emocionales y psicológicos. Además, el movimiento de succión que realizan los pequeños y el tiempo de cada mamada provocan que la madre entre, durante esos periodos, en un estado ampliado de consciencia. Relajada y con los sentidos preparados para la meditación, cada lapso de tiempo en el que el bebé está al pecho, para la madre supone, si se permite sentarse o tumbarse y entrar en comunión con su pequeño, un destello de inspiración diurno y nocturno. Al mismo tiempo, con cada momento, con cada día y noche que pasa junto a su bebé, la mamá se introduce, gracias en parte a la lactancia materna, más y más en el en el universo de su hijo. La mujer, poco a poco, va abandonando los tempos anteriores al nacimiento de su bebé, la relevancia de los hechos cambia y un nuevo ritmo se instala en la vida de la familia. La mujer recupera el tempo de la maternidad. La tele, el ordenador, la radio, el reloj ya no marcan los horarios de la vida, todo esto pierde importancia y da trascendencia a lo que realmente merece la pena: el apego, el vínculo, las miradas, los besos, los abrazos, las caricias de sus pequeñas manitas, el Amor incondicional de dos seres fusionados por la fuerza creadora de la maternidad.


Este estadio de la sexualidad femenina, el puerperio, permanece activo durante todo el periodo que dura la lactancia materna. Si bien es cierto que durante los dos primeros años, la intensidad creativa y de introspección es mayor, también es verdad que, hasta que el niño no deja de mamar, la madre sigue manteniendo abundantes momentos de recuperación de recuerdos y de inspiración. Por cierto, también las madres que trabajan y siguen lactando viven este puerperio extenso. Ellas, con una gran valentía y fuerza de voluntad, desarrollan la capacidad de adaptarse tanto al tempo de la vida moderna, como al tempo de la maternidad.


La mujer y la naturaleza son dos madres cuyos ciclos vitales marcan los tempos de la vida. Al final del puerperio, cuando llega el destete, finaliza un extraordinario periodo de aprendizaje de la madre. Durante estos años, si se ha dado la oportunidad, la mujer se ha repensado, liberado, reconstruido y transformado. El puerperio, gracias al contacto con ese ser sabio que es el bebé, y a esa extraordinaria ayuda hormonal y emocional, representada por la lactancia materna, se nos presenta como un periodo vital único, difícil, duro, maravilloso, energético e inspirador. Merece la pena adentrarse en este complejo camino iniciático para recuperar a la mujer esencial que llevamos dentro y que muchas perdimos por nuestras circunstancias y vivencias traumáticas. Fluye por el puerperio, recupera a tu verdadero yo, ése que es decidido, creativo y maternal.


Autora: Elena Mayorga


Foto: Graeme en Flickr


Fuente: Mente Libre

2 comentarios:

Maria dijo...

Me encantó este artículo cuando lo leí... me siento tan identificada! un beso!

Unknown dijo...

¡Cuanta sombra desvela el puerperio... es muy duro! Como dice Laura Gutman se necesita mucha contención, alguien que sostenga a la mamá que bucea en las profundidades de su interior para que no se ahogue en el intento. Mamá sostiene a bebé, alguén sostiene a mamá, si no la tarea es una locura.
Sólo con mi quinto hijo estoy sintiendo una enorme paz en el puerperio, este quinto me ha dado el regalo de la serenidad sin turbulencias, el descanso, la no lucha de querer hacer y hacer, la felicidad de dedicarme a él sin más.
He necesitado cuatro hijos anteriores, cuatro maestros que me han invitado si o si a verme, a reconocerme, a encontrarme. con ellos casi siempre fue una lucha constante entre cubrir mis necesidades y las de ellos, con ellos no sabía borrarme y ponerme al servicio, no lo aceptaba... cinco he necesitado.

Gracias por compartir, y feliz camino de re-encuentro.