Los niños amamantados son más felices

Cada día salen investigaciones que afirman la importancia de la leche materna para el buen desarrollo tanto físico como emocional de los niños.

Según una investigación realizada por el Telethon Institute for Child Health Research, de Perth, Australia, los niños amamantados hasta los seis meses de vida, son más felices. Tiene una salud mental significativamente mejor que aquellos que no lo fueron. Además, tienen una menor probabilidad de exhibir problemas como comportamiento antisocial y delincuencia.

El estudio fue realizado siguiendo el crecimiento y desarrollo de más de 2.500 niños australianos, durante los últimos 16 años. Los investigadores creen que la leche materna parece representar un papel importante en el crecimiento del cerebro, durante el primer año de vida de un niño.

La investigación verificó que los niños que fueron amamantadas por menos de seis meses, tenían una probabilidad 55% mayor de tener problemas de salud mental, al cumplir los 6 años de edad, y una probabilidad 61% mayor de exhibir problemas de comportamiento antisocial, alrededor de los 8 años, cuando comparados a los bebés amamantadas por 6 meses o más.

Crianza, Casilda Rodrigáñez

La crianza de la criatura humana está salpicada por el empleo de prácticas y métodos cuyas consecuencias a veces son irreparables. La organización de los "nidos" a los que se lleva a cada bebé en cuanto nace para su inspección médica, rompe la comunicación primaria y necesaria con la madre, impide el 'imprinting' , la regulación hormonal que debiera empezar a desatarse, y desgarra de la forma más absurda y dolorosa el deseo mutuo de dos seres humanos.

Recientemente, en un artículo publicado en el New York Times, Sandra Blakesler recogía las conclusiones de diversos estudios realizados en centros de EEUU sobre la conformación del sistema neurológico de los bebés: después de reconocer que el ADN humano no contiene suficiente información para especificar la estructura final de las conexiones cerebrales, y de confirmar que las dendritas o ramificaciones de las neuronas y las conexiones se multiplican desde el momento de nacer hasta los dos años, explica el hallazgo de numerosos 'moduladores ocultos' en la relación madre-bebé, que regulan la producción de sustancias químicas que a su vez regulan el crecimiento del cerebro, la formación de sinapsis neuronales, la formación del sistema inmune, hormonal, etc. En definitiva, que las emociones en la etapa primal de nuestra vida, y en concreto el contacto físico madre-bebé, moldean el cerebro, el carácter y la capacidad del habla.

¿Qué ha pasado con esta relación madre-bebé en nuestra sociedad occidental?

A la criatura se le ofrecen pezones de plástico y leches artificiales; duerme en cunas separado de la madre, se la transporta en cochecitos, se la ata a sillas especiales para ir en automóvil, se la deja en parques con barrotes, se la baña en su bañera para ella solo, etc. etc. Es decir, todo está diseñado para que ni exista ni se contemple la posibilidad del contacto físico. Las distintas especialidades médicas dictan las normas que cada mujer debe creer y obedecer (y que, al hacerlo, impiden que irrumpa en ella el deseo de hacer las cosas de otro modo), para identificarse con el arquetipo de madre ideal fabricado por teólogos y profetas y por la publicidad de las multinacionales: la que cumple los horarios, la que hierve bien los biberones, la que usa biberones Chicco, leches y papillas Nestlé, cochecitos Jané, chupetes anatómicos para no deformar la mandíbula, etc. etc.

El Scientific American de diciembre de 1995 recoge las conclusiones de las investigaciones del Dr. J. Newman sobre las cualidades de la leche materna. No se trata solo de que esta leche es más nutritiva y está mejor adaptada al proceso digestivo de la criatura, sino que es la única que asegura la continuidad del proceso de formación de su sistema inmunológico específico. Hay razones de peso para pensar que las crecientes y modernas enfermedades alérgicas de nuestra progresada sociedad (que no son sino estados deficitarios del sistema inmune) tienen que ver con el creciente y moderno progreso en los métodos de crianza robotizada.

Las normas sobre frecuencia o cantidad en las tetadas son un indicio de hasta que punto la mujer ha perdido conciencia de sus pulsiones sexuales. Allí donde se recomienda la lactancia materna durante tres meses, se ordena el cómo, cuánto y cuándo, generalizando errores que han estado a punto de dar al traste con esta práctica. Pues la leche materna no puede producirse de modo voluntarioso para el cumplimiento de una normativa, sino por el impulso del deseo de la mujer y la libre demanda de la criatura; por eso, la regulación pediátrica de las tetadas conduce a que la madre deje de producir leche y tenga que pasar a la criatura al biberón incluso antes de los tres meses "porque el bebé se queda con hambre". Hoy, cuando ya se ha demostrado que la leche es de mayor calidad proteínica cuanto más frecuente y larga sea la tetada, en algunos lugares se está empezando a aconsejar el dar de mamar con frecuencia, sin la esclavitud de los horarios; las mujeres acatan estas instrucciones con la misma sumisión con la que antes acataban los intervalos de las tres o cuatro horas malditas. Pero muchas veces no es porque la mujer ha recuperado su sentido común sino porque es lo que algunos pediatras ordenan ahora.

Según se han ido robotizando las funciones sexuales de la mujer, se han ido creando especialidades médicas para abordar los diferentes aspectos de la quiebra de la auto-regulación de la propia vida. Las madres siguen consultando en libros y a especialistas lo que ya está escrito en su corazón, en su cerebro y en sus entrañas; desde cómo se coge a un* bebé en brazos hasta cuánto "afecto" es conveniente suministrarle. Se sigue abandonando la lactancia a los tres meses para ir a trabajar aunque sí haya otro remedio. Se sigue creyendo aquello de que "es normal que los niños lloren", que deben dormir en su cunita y aprender pronto a estar solos, aunque su llanto nos indique bien claro lo contrario. Dicen que si duermen con las madres les entran deseos incestuosos de realizar el coito con ella (!!) y se psicotizan; los bebés tienen que endurecerse emocionalmente a nuestra imagen y semejanza. Dicen que no hay socialización posible en la saciedad de los deseos. Dicen que la única socialización posible es la de la represión y la de las lágrimas. Que "a los niños no hay que cogerles en brazos", que "saben mucho" y son "muy pillines" y que no se les puede malacostumbrar a lo bueno. La herida sigue así ahondándose hasta los mismos cimientos humanos para convertirse en la Falta Básica, nombre que Michael Balint dio a esa sensación de carencia sin nombre, que constató en todas y cada una de las muchas personas que se acercaron a su consulta durante 5O años de trabajo psicoanalítico.

Como las consecuencias de la represión libidinal son siempre psicosomáticas, y para las dudas que siempre pueden quedar, ahí está la psicología con sus cuentos increíbles para que nadie se de cuenta del verdadero sentido del malestar de las criaturas (ni de las depresiones post-parto de la madre). Los efectos psicológicos de la quiebra del acoplamiento y de la auto-regulación de la vida humana por la represión social, se explican como cualidades innatas; y de esta manera se oculta la condición humana primera, la armonía y el bienestar de ese acoplamiento de los flujos producidos por el deseo. Así dicen que nacemos con un Complejo de Edipo, eróticamente narcisistas y egocéntricos (por eso nos cambian las tetas de verdad por las de plástico), que tenemos un Tánatos innato, que algunas también nacemos castradas (el útero no es un órgano sexual y erógeno), etc. etc.. Las consecuencias psíquicas que la Falta Básica (el matricidio) acarrea quedan enterradas o justificadas. Un poco de esto y otro poco de píldoras para el dolor y la ansiedad que la resignación nos cause. Y más ventas para las multinacionales farmacéuticas, y más clientes y más justificación -más campo de intervención- para los Colegios de Psicólogos. Ya no tenemos por qué preocuparnos. Nos despiezan pero tenemos médicos del cuerpo y médicos del alma, y así funcionan nuestros cuerpos despiezados para mayor gloria y beneficio de las multinacionales, de las jerarquías y, en fin, para el debido cumplimiento del la Ley del Padre. Hasta que vuelva la serpiente (que sigue estando ahí, porque nadie la podrá nunca matar del todo); hasta que volvamos a dejarnos seducir por ella.

(Fuente: www.casildarodriganez.org)

El arte de ser padre


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La maternidad de Elna y sus 597 niños. Una gesta para la Historia

Para el día de la madre 2008 he elegido la historia de una gran mujer para demostrar que no hace falta parir para ser y ejercer de Madre: dadora de vida y de amor.

Esta es el relato sobre Elisabeth Eidenbenz una maestra suiza que entre 1939 y 1944 salvó la vida a 597 niños durante la Guerra Civil española en una maternidad en Elna, pequeño pueblo cerca de Perpiñán.

No es usual encontrar episodios con final feliz dentro de un contexto bélico, la maternidad de Elna es una de esas maravillosas excepciones.

Elisabeth era una enfermera voluntaria dentro de una organización no gubernamental suiza que con 25 años vivió la crudeza del éxodo republicano hacia Francia: la miseria, las pésimas condiciones de vida y el vejatorio trato dado por las autoridades galas a los casi 500.000 refugiados. Ella decide entonces trabajar a favor de las mujeres y de los recién nacidos.

Las mujeres embarazadas daban a luz directamente en la arena de las playas francesas, sin ayuda ni privacidad alguna. Y eso era sinónimo de muerte. La mortalidad infantil en los campos de refugiados franceses de 1939 era del 95,7 %.

El trabajo de Elisabeth era, por tanto, totalmente contracorriente: a favor de la vida y la dignidad. Junto con un grupo de mujeres embarazadas y varias enfermeras voluntarias como ella, acondicionó una casa abandonada en Elna.

De ella dicen que era generosa, discreta, que no quería acaparar protagonismo, enormemente valiente y que no se rendía jamás. Si los gendarmes venían a por una madre, se cuadraba y les gritaba: “¡Esto es Suiza!”.

La maternidad se convirtió en un oasis de paz, de ayuda mutua y felicidad en medio de los horrores de la guerra. Y gracias a esto 597 niños y niñas nacieron y sobrevivieron. Finalmente ese centro maternal de Elna fue cerrado por los nazis.

Esta emotiva historia ha sido recogida en el libro “La maternidad de Elna” de ARA libros de la historiadora Assumpta Montellà que pudó sacarlo adelante también luchando contracorriente, porque en el entorno universitario consideraban que esto es una historia menor: “una mujer que ayudaba a otras mujeres… y poca cosa más”.

Lamentablemente este es el concepto que todavía tiene nuestra sociedad de la maternidad, de la solidaridad entre las madres y de todo aquello que se rige lejos de las leyes del mercado y el dinero.

En el libro se narra la historia de la maternidad, se desvela la personalidad de su directora, se recogen las vivencias de algunas de aquellas madres que nunca han olvidado, y de sus hijos, que saben por ellas de lo sucedido y han regresado al lugar de los hechos para rememorar esta historia y comprender.

En el año 2002, muchos de aquellos bebés, ahora abuelos, se reunieron más de 60 años después para darle las gracias esta nonagenaria Elisabeth.

Manuel Huerga, director de la película Salvador, va a llevar esta emotiva y ejemplar historia al cine con este título: “Las madres de Elna“.

Para acabar una reflexión de la autora del libro:

“Nos hacen falta muchas Eidenbenz para virar el rumbo de nuestro maltrecho barco, pero episodios como el de la Maternidad de Elna nos hacen pensar que, en esta vida nuestra, todavía nos queda esperanza“.

de bebesymas.com

La teoría del apego de John Bowlby

La necesidad de bebé de estar próximo a su madre, de ser acunado en brazos, protegido y cuidado ha sido estudiada científicamente.

Fue el psicólogo John Bowlby que en su trabajo en instituciones con niños privados de la figura materna le condujo a formular la Teoría del apego.

El apego es el vínculo emocional que desarrolla el niño con sus padres (o cuidadores) y que le proporciona la seguridad emocional indispensable para un buen desarrollo de la personalidad. La tesis fundamental de la Teoría del Apego es que el estado de seguridad, ansiedad o temor de un niño es determinado en gran medida por la accesibilidad y capacidad de respuesta de su principal figura de afecto (persona con que se establece el vínculo).

El apego proporciona la seguridad emocional del niño: ser aceptado y protegido incondicionalmente. Está planteamiento también puede observarse en distintas especies animales y que tiene las mismas consecuencias: la proximidad deseada de la madre como base para la protección y la continuidad de la especie.

El trabajo de Bowlby estuvo influenciado por Konrad Lorenz (1903-1989) quien en sus estudios con gansos y patos en los años 50, reveló que las aves podían desarrollar un fuerte vínculo con la madre (teoría instintiva) sin que el alimento estuviera por medio. Pero fue Harry Harlow (1905-1981) con sus experimentos con monos, y su descubrimiento de la necesidad universal de contacto quien le encaminó de manera decisiva en la construcción de la Teoría del Apego.

El bebé –según está teoría- nace con un repertorio de conductas las cuales tienen como finalidad producir respuestas en los padres: la succión, las sonrisas reflejas, el balbuceo, la necesidad de ser acunado y el llanto, no son más que estrategias por decirlo de alguna manera del bebé para vincularse con sus papás. Con este repertorio los bebés buscan mantener la proximidad con la figura de apego, resistirse a la separación, protestar si se lleva a cabo (ansiedad de separación), y utilizar la figura de apego como base de seguridad desde la que explora el mundo.

Más tarde Mary Ainsworth (1913-1999) en su trabajo con niños en Uganda, encontró una información muy valiosa para el estudio de las diferencias en la calidad de la interacción madre-hijo y su influencia sobre la formación del apego. Ainsworth encontró tres patrones principales de apego: niños de apego seguro que lloraban poco y se mostraban contentos cuando exploraban en presencia de la madre; niños de apego inseguro, que lloraban frecuentemente, incluso cuando estaban en brazos de sus madres; y niños que parecían no mostrar apego ni conductas diferenciales hacia sus madres. Estos comportamientos dependían de la sensibilidad de la madre a las peticiones del niño.

La teoría del apego tiene una relevancia universal, la importancia del contacto continuo con el bebé, sus cuidados y la sensibilidad a sus demandas están presentes en todos los modelos de crianzas según el medio cultural.

“Un niño que sabe que su figura de apego es accesible y sensible a sus demandas les da un fuerte y penetrante sentimiento de seguridad, y la alimenta a valorar y continuar la relación” (John Bowlby).

de bebesymas.com