Extraído del libro "Bésame Mucho" de Carlos González
¡Cómo nos gustaría tener un hijo mentiroso! Que nunca dijera en público "¿Por qué esa señora es calva?" o ¿Por qué ese señor es negro?" Que contestase "Sí" cuando le preguntamos si quiere irse a la cama, en vez de contestar "Sí" a nuestra retórica pregunta "¿Pero tú crees que se pueden dejar todos los juguetes tirados de esta manera?"
Pero no lo tenemos. A los niños pequeños les gusta decir la verdad. Cuesta años quitarles ese "feo vicio". Y, entre tanto, en este mundo de engaño y disimulo, es fácil confundir su sinceridad con desafío o tozudez.
2 comentarios:
si ,si y cuando ya hemos conseguido quitarles ese "feo vicio" llega la adolescencia y queremos que sean sinceros,honestos y que confien en nosotros.¡que incongruencia la nuestra¡
gracias por estos momentos de reflexión.
abrazossssssssss
Me encanta que sean tan sinceros... y que no tengan ni un atisbo de maldad en su alma... qué pena que cambiemos hasta convertirnos con el transcurso de la vida en "malas personas".
Adoro la infancia y todo lo que tiene que ver con ella. Son tan puros... y deberíamos aprender tanto de ellos...
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