Crianza, Casilda Rodrigáñez

La crianza de la criatura humana está salpicada por el empleo de prácticas y métodos cuyas consecuencias a veces son irreparables. La organización de los "nidos" a los que se lleva a cada bebé en cuanto nace para su inspección médica, rompe la comunicación primaria y necesaria con la madre, impide el 'imprinting' , la regulación hormonal que debiera empezar a desatarse, y desgarra de la forma más absurda y dolorosa el deseo mutuo de dos seres humanos.

Recientemente, en un artículo publicado en el New York Times, Sandra Blakesler recogía las conclusiones de diversos estudios realizados en centros de EEUU sobre la conformación del sistema neurológico de los bebés: después de reconocer que el ADN humano no contiene suficiente información para especificar la estructura final de las conexiones cerebrales, y de confirmar que las dendritas o ramificaciones de las neuronas y las conexiones se multiplican desde el momento de nacer hasta los dos años, explica el hallazgo de numerosos 'moduladores ocultos' en la relación madre-bebé, que regulan la producción de sustancias químicas que a su vez regulan el crecimiento del cerebro, la formación de sinapsis neuronales, la formación del sistema inmune, hormonal, etc. En definitiva, que las emociones en la etapa primal de nuestra vida, y en concreto el contacto físico madre-bebé, moldean el cerebro, el carácter y la capacidad del habla.

¿Qué ha pasado con esta relación madre-bebé en nuestra sociedad occidental?

A la criatura se le ofrecen pezones de plástico y leches artificiales; duerme en cunas separado de la madre, se la transporta en cochecitos, se la ata a sillas especiales para ir en automóvil, se la deja en parques con barrotes, se la baña en su bañera para ella solo, etc. etc. Es decir, todo está diseñado para que ni exista ni se contemple la posibilidad del contacto físico. Las distintas especialidades médicas dictan las normas que cada mujer debe creer y obedecer (y que, al hacerlo, impiden que irrumpa en ella el deseo de hacer las cosas de otro modo), para identificarse con el arquetipo de madre ideal fabricado por teólogos y profetas y por la publicidad de las multinacionales: la que cumple los horarios, la que hierve bien los biberones, la que usa biberones Chicco, leches y papillas Nestlé, cochecitos Jané, chupetes anatómicos para no deformar la mandíbula, etc. etc.

El Scientific American de diciembre de 1995 recoge las conclusiones de las investigaciones del Dr. J. Newman sobre las cualidades de la leche materna. No se trata solo de que esta leche es más nutritiva y está mejor adaptada al proceso digestivo de la criatura, sino que es la única que asegura la continuidad del proceso de formación de su sistema inmunológico específico. Hay razones de peso para pensar que las crecientes y modernas enfermedades alérgicas de nuestra progresada sociedad (que no son sino estados deficitarios del sistema inmune) tienen que ver con el creciente y moderno progreso en los métodos de crianza robotizada.

Las normas sobre frecuencia o cantidad en las tetadas son un indicio de hasta que punto la mujer ha perdido conciencia de sus pulsiones sexuales. Allí donde se recomienda la lactancia materna durante tres meses, se ordena el cómo, cuánto y cuándo, generalizando errores que han estado a punto de dar al traste con esta práctica. Pues la leche materna no puede producirse de modo voluntarioso para el cumplimiento de una normativa, sino por el impulso del deseo de la mujer y la libre demanda de la criatura; por eso, la regulación pediátrica de las tetadas conduce a que la madre deje de producir leche y tenga que pasar a la criatura al biberón incluso antes de los tres meses "porque el bebé se queda con hambre". Hoy, cuando ya se ha demostrado que la leche es de mayor calidad proteínica cuanto más frecuente y larga sea la tetada, en algunos lugares se está empezando a aconsejar el dar de mamar con frecuencia, sin la esclavitud de los horarios; las mujeres acatan estas instrucciones con la misma sumisión con la que antes acataban los intervalos de las tres o cuatro horas malditas. Pero muchas veces no es porque la mujer ha recuperado su sentido común sino porque es lo que algunos pediatras ordenan ahora.

Según se han ido robotizando las funciones sexuales de la mujer, se han ido creando especialidades médicas para abordar los diferentes aspectos de la quiebra de la auto-regulación de la propia vida. Las madres siguen consultando en libros y a especialistas lo que ya está escrito en su corazón, en su cerebro y en sus entrañas; desde cómo se coge a un* bebé en brazos hasta cuánto "afecto" es conveniente suministrarle. Se sigue abandonando la lactancia a los tres meses para ir a trabajar aunque sí haya otro remedio. Se sigue creyendo aquello de que "es normal que los niños lloren", que deben dormir en su cunita y aprender pronto a estar solos, aunque su llanto nos indique bien claro lo contrario. Dicen que si duermen con las madres les entran deseos incestuosos de realizar el coito con ella (!!) y se psicotizan; los bebés tienen que endurecerse emocionalmente a nuestra imagen y semejanza. Dicen que no hay socialización posible en la saciedad de los deseos. Dicen que la única socialización posible es la de la represión y la de las lágrimas. Que "a los niños no hay que cogerles en brazos", que "saben mucho" y son "muy pillines" y que no se les puede malacostumbrar a lo bueno. La herida sigue así ahondándose hasta los mismos cimientos humanos para convertirse en la Falta Básica, nombre que Michael Balint dio a esa sensación de carencia sin nombre, que constató en todas y cada una de las muchas personas que se acercaron a su consulta durante 5O años de trabajo psicoanalítico.

Como las consecuencias de la represión libidinal son siempre psicosomáticas, y para las dudas que siempre pueden quedar, ahí está la psicología con sus cuentos increíbles para que nadie se de cuenta del verdadero sentido del malestar de las criaturas (ni de las depresiones post-parto de la madre). Los efectos psicológicos de la quiebra del acoplamiento y de la auto-regulación de la vida humana por la represión social, se explican como cualidades innatas; y de esta manera se oculta la condición humana primera, la armonía y el bienestar de ese acoplamiento de los flujos producidos por el deseo. Así dicen que nacemos con un Complejo de Edipo, eróticamente narcisistas y egocéntricos (por eso nos cambian las tetas de verdad por las de plástico), que tenemos un Tánatos innato, que algunas también nacemos castradas (el útero no es un órgano sexual y erógeno), etc. etc.. Las consecuencias psíquicas que la Falta Básica (el matricidio) acarrea quedan enterradas o justificadas. Un poco de esto y otro poco de píldoras para el dolor y la ansiedad que la resignación nos cause. Y más ventas para las multinacionales farmacéuticas, y más clientes y más justificación -más campo de intervención- para los Colegios de Psicólogos. Ya no tenemos por qué preocuparnos. Nos despiezan pero tenemos médicos del cuerpo y médicos del alma, y así funcionan nuestros cuerpos despiezados para mayor gloria y beneficio de las multinacionales, de las jerarquías y, en fin, para el debido cumplimiento del la Ley del Padre. Hasta que vuelva la serpiente (que sigue estando ahí, porque nadie la podrá nunca matar del todo); hasta que volvamos a dejarnos seducir por ella.

(Fuente: www.casildarodriganez.org)

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