Una reptílica manera de educar

En teoría, la tarea educativa tiene por finalidad reproducir generacionalmente las pautas reguladoras del auto-sostenimiento humano; en la praxis -más realista-, la educación como institución se ha puesto al servicio del mercado, reproduciendo el individualismo y la paradoja de almas atrapadas en un egoísmo del que solo deviene el aislamiento -reptílico- existencial de la soledad. Así es como los economistas y los tecnócratas del sistema requieren de los educadores, la función de forjar nuevas camadas de seres emprendedores, con iniciativa para la productividad, competitivos, multiplicadores de bienes, devoradores de los productos y servicios que de modo inagotable ofrece el mercado; ¡ah! y además, ávidos e insaciables.

Aunque, la crisis no es solo económica, abarca todos los sistemas de la vida: la explotación de la naturaleza, la deteriorada calidad de la relación con nuestros congéneres, la negación de nuestro mundo interior, por mencionar algunas de las dimensiones críticas más sobresalientes de lo que los ecologistas llaman un 'ecocidio'.

Algo ocurre con nuestra negligencia -irresponsable ¿o inconsciente?- como educadores que contribuimos a reproducir ad-infinitum un modelo que está en crisis y que genera una existencia limitada y reptílica. Lo que nos mantiene atados a la equivocación, de seguro no se corrige con un retoque cosmético al currículum, ni con privilegiar objetivos educativos más o menos progresistas o relacionados con la cibernética de los nuevos tiempos, aquí el tema es más profundo e integral, es una cuestión de paradigma; ideas que permanecen por largos periodos y que, sin embargo, representan cada vez menos el espíritu de totalidad y de unidad desde el que es urgente repensar el mundo. Orientar la acción de lo humano hacia el futuro, que en realidad es mañana mismo, nos obliga al reconocimiento primario de los vicios y las limitaciones de nuestra reptílica manera de educar.

¿Cómo contribuir desde el modelo educativo a preparar seres humanos que se enamoren del mundo del que forman parte?

¿Cómo hacer seres emocionalmente maduros, contactados con su ser interior y espiritual, auto-observantes, vigías del Universo?

El paradigma controla no sólo las teorías y los razonamientos científicos, sino también el campo cognitivo general de una cultura y, por supuesto, la praxis derivada de los principios teóricos, explícita o implícitamente formulados. El paradigma está implícito en la lógica que reproduce el sistema educativo, y queda impreso en los conceptos, sentimientos y actitudes respecto de la manera de pensar la propia vida, la realidad circundante y el mundo en toda su vastedad.

Si no incorporamos otra manera de ver la realidad, de la que se desprenda un sentimiento de hermandad con la creación entera, es muy difícil que cambie nuestra actitud hacia todos los sistemas vivos, en los que se halla 'lo humano'.

Transformar los contenidos de los objetivos educativos para posicionarnos en un nuevo paradigma requiere forjar un meta-punto-de-vista, integrador y abarcativo (como la analogía de los 'pájaros'). Contagiar ese espíritu de totalidad y de unidad que es propia del Universo, requiere de un acercamiento psico-histórico que deconstruya el aspecto interno de los problemas, tratando de detectar aquello en lo que desde lo microsocial e individual contribuye a que suceda, reconociendo con honestidad los vicios y aciertos legados de nuestro proceso civilizatorio. Sin ello, tampoco le hincaremos el diente a la revisión de las variables más estructurales en la que se monta nuestro modelo de desarrollo ya agotado. Y no habrá provisión hecha que pueda alcanzarnos para devolvernos a la sustancia de los sueños, que es la materia originaria de nuestra propia alma silenciada. Sólo habrá dirección, ascensión y diligencia hacia algo, a través de la completud que aparezca con el sentimiento de integración al Universo y estese logrará, indudablemente, por nuestra conexión a un orden superior que nos contiene, que nos da pertenenencia y que es inútil desconocer. Ese orden superior es el Universo al que estamos integrados en 'red'.

Como dijimos, créase o no, de las características del paradigma se sirven los tecnócratas que insisten en permanecer estancos en un modelo de desarrollo que presta utilidades egoístas y millonarias a los mismos oligopolios; y los oligopolios económicos necesitan de las conductas reptílicas de las personas. Estos a su vez, seguirán enviando a sus retoños a un sistema educativo que les prometerá devolverles a sus pequeñines con una formación valórica y técnica que los haga -tan o más- competitivos, -tan o más- emprendedores, -tan o más- explotadores de ganancias, para que acumulen -ojalá- más objetos y controlen -mayores- cuotas de poder de lo que fueron o hicieron sus antepasados... ¡lo peorcito de los reptiles! (*)

Un paradigma para enamorarnos del mundo...
Hemos sido mal enseñados respecto de las cualidades, limitaciones y potencialidades del 'capital natural', tanto interno, del 'si mismo', y externo, del mundo externo, objetivo, desconociendo que ambos funcionan de modo co-relacionado, en un solo sistema de la vida. Por ello, sería indispensable abandonar la concepción antropocéntrica presente en la educación, realizando una campaña de alfabetización paradigmática para que todos -educadores y educandos- volvamos a aprender a deletrear el mundo, -partiendo desde el kinder hasta los doctorados universitarios- desde una mirada por la que cada uno solamente se sienta un minúsculo punto dentro del universo, incorporando una visión eco-sistémica en la que todas las coordenadas de los sistemas vivos converjan y sean espontáneamente respetadas. Como lo decía el maestro Bateson: la verdadera belleza es la que aparece como tributo cuando es posible visualizar la interconexión entre lo que aparentemente está disociado. Pues para ello hace falta un meta-punto-de-vista que recree el tejido en red del Universo, lo que en términos metafóricos se alcanza desde la altura que logra el pájaro cuando alza su vuelo...

Sin un sentimiento de hermandad con la creación entera es muy difícil que cambie una actitud de este tipo. Sentirse en hermandad con la creación, integrado a la red del Universo es comprender que a través de cada una de nuestras minúsculas acciones, se desconstruye y reconstruye de modo incesante lo que nos afecta humanamente de modo silencioso, y que durante generaciones y siglos, ha sido imperceptible a nuestro ojo ciego por un paradigma que deberemos abandonar mal que nos pese.

Hagamos de nuestros retoños una bandada de pájaros.
La verdadera enseñanza para asegurarles los insumos para una vida más plena, es que se contagien de un tipo de humanismo del que devenga un respeto sagrado del Universo, constituido de la misma materia respetable que la propia humanidad; ....almas salvajes recuperadas y vibrantes por estar enamoradas del mundo...

"...Si deseo fundar en tí al montañero que marcha en la noche hacia la cima de estrellas, fundo la imagen que evidencia tu necesidad de abrevar esa leche de estrellas sobre la cima. Y si te veo, marino sobre el mar, es a causa de un rostro que ha hecho de la ausencia un tesoro, a causa del retorno que te cuentan los cantos antiguos de las galeras, a causa de las historias de islas milagrosas y de los arrecifes de corales allá lejos..."

"...Nosotros también somos árbol. El árbol no es semillas, después tallo, tronco flexible, después madera muerta. El árbol es esa fuerza que lentamente desposa al cielo. Eres aquel que se realiza. Y si sabes descubrirte rama balanceada, bien pegada al olivo, saborearás la eternidad en tus movimientos. Y todo alrededor de ti se hará eterno..."

"... Tejemos infatigablemente esa comunidad de los hombres, esa red de lazos que hace que si uno muere, arranque algo a todos los demás..."

Todo lo que tenía que decirse, ya fue dicho, solo se trata de educar para vivir de un modo más armonioso con el Universo, si esto se logra, encontraremos un nuevo sentido a la vida pedestre, en el que el Otro diverso se erija como un referente visible al que estamos necesitados de respetar, porque sino aparecerá el riesgo de empobrecer o perder la propia alma

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