La mejor manera de ser mamá

Nada más indefenso e inmaduro que un bebe al nacer. Por eso, entre los mamíferos, la humana es la especie más vulnerable, la que más necesita de sus padres para sobrevivir. Luego de 9 meses de vida intrauterina, en un ambiente donde todas las necesidades estaban satisfechas, debería brindársele una vida extrauterina lo más parecida posible, con todas sus necesidades saciadas. Y esto significa upa permanente, contacto permanente, movimiento permanente, alimentación permanente.

Todavía hoy, en los consultorios de puericultura se escuchan dudas como ésta: "¿Es verdad que si nuestro hijo recién nacido duerme en la cama con nosotros nunca más lo podremos sacar?", "¿y que si lo alzamos cada vez que llore llorará siempre buscando que lo alcemos en forma permanente?", "¿y que si no ponemos límite a la teta querrá tomar el tiempo?"

Todos son temores equivocados. Cuando le damos a un bebé lo que necesita, lejos de malcriarlo lo "bien criamos" en realidad. De esta forma constituye su emocionalidad desde un sostén que le permite tener internalizados a sus padres y transformarse en un ser humano seguro e independiente. El bebé irá haciendo uso de sus habilidades motoras, intelectuales y emocionales a medida que vaya madurando, y desde un lugar de poder: el lugar que le permitirá ocupar el sentirse amado, cuidado y respetado desde el nacimiento.

En una era como ésta, caracterizada por el afán de control absoluto, es difícil aceptar el "descontrol" que provoca la crianza de un bebé recién nacido. No hay horarios predeterminados para la lactancia, no hay relojes que den ninguna pauta, no hay decodificación de llantos ciento por ciento acertada. La clave -si es que existe alguna- es soltar el control sin temor de enloquecer. Y ése es uno de los grandes desafíos en la crianza de un niño.
El concepto de crianza

En nuestra cultura, todo parece indicar que si respondemos a las necesidades básicas de un recién nacido nos exponemos a ser "dominados" por él y perder la "autoridad" que tenemos. Así, hay posiciones que sostienen que para que los niños aprendan a dormir debemos dejarlos llorar hasta que se cansen. O que aseguran que no deberíamos darles explicaciones de lo que haremos con ellos a una determinada edad en la que todavía no hablan, como dando por sentado que tampoco entienden.

Estos patrones son erróneos. Durante los tres primeros años de vida, el ser humano produce el mayor desarrollo físico y emocional, y constituye la estructura que lo sostendrá en el futuro. Es en este período, justamente, cuando los cuidados a todos los niveles deben extremarse. Y las consecuencias son visibles después: existen numerosas evidencias científicas que demuestran que aquellos adultos que cuando eran bebés y niños fueron satisfechos en sus necesidades, tanto físicas como afectivas, que fueron sostenidos, mirados y atendidos siempre que lo necesitaron, después tienen un desarrollo integral sano.

¿Qué lugar desempeña en este desarrollo la lactancia? Por años escuchamos sobre la importancia del amamantamiento en el crecimiento de los niños. Hemos visto miles de publicidades en las que un bebé rozagante succiona el pecho de una mujer hermosa. La idea de que la leche materna es la base de la alimentación infantil, la protección contra todas las enfermedades y el seguro de su normal desarrollo nos ha bombardeado desde los medios de comunicación y lo aceptamos casi como un dogma.

Sin embargo, si bien hoy nadie duda de los beneficios de la lactancia materna, no es menos claro que no lo es todo. Porque, más allá del amamantamiento, las nuevas teorías enfocan el tema desde un concepto más completo y superador: la crianza.

Es que al acto natural de amamantar, una acción que comparten todos los mamíferos del planeta, hay que agregar la cuestión afectiva, que es fundamental para el desarrollo del ser humano. Al criar un hijo tenemos que tener en cuenta la complejidad psicológica de la especie humana.

Existen personas y herramientas que pueden ayudar a los padres en esta tarea. El rol de la puericultora, la especialista en lactancia, sin duda ha evolucionado. Hoy no sólo enseña la técnica de amamantamiento, sino que también es responsable de acompañar a los padres en todo el proceso de la crianza.

Sin embargo, nuestro país tiene carencias estructurales -y serias- en este aspecto, que van más allá de las clases sociales. No existe conciencia de la importancia de estandarizar ciertas conductas que tendrían un beneficio no sólo particular, para cada familia, sino también para el conjunto de la sociedad.

Existe un puñado de centros con servicio de puericultura. En la mayoría de los centros asistenciales las madres son acompañadas sólo las primeras 72 horas posteriores al nacimiento del bebé.

La situación es distinta en otras latitudes. En Francia, por ejemplo, el Estado asiste en el domicilio a las parejas con hijos recién nacidos. En países escandinavos, la licencia laboral por maternidad se puede prorrogar por dos años, con goce de sueldo, tanto para la madre como para el padre.

En nuestro país, en cambio, en muchos casos ni siquiera se respetan los 45 días de licencia obligatorios para establecer un vínculo sano entre la mamá y el hijo. Existen, sí, proyectos legislativos para ampliar la licencia por maternidad para ambos padres.

Pero, en tanto, se impone la necesidad de formar profesionales en puericultura para que asistan a las familias en todas las instituciones donde se dé a luz, tanto públicas como privadas. Y también para educar a la población sobre los beneficios de una crianza saludable.

Por Laura Krochik

La autora es presidenta de la Asociación Civil Argentina de Puericultura

1 comentario:

Anónimo dijo...

Olé y olé. No hay más que decir.

Saludos de otra madre.