(Estoy releyendo el libro "Cómo hablar para que sus hijos le escuchen y cómo escuchar para que sus hijos le hablen" de Faber y Mazlish.)
Quizás tengas, como yo, la sensación de que cuando tus hijos eran bebés, a pesar de los días duros, todo era mucho más fácil. Los bebés sienten necesidades básicas y con seguir tu instinto y unas pautas básicas es aparentemente sencillo atenderles con amor y respeto; pero ¡ay cuando crecen! Todo empieza a complicarse, las necesidades se lían, ya no sabes cuáles son básicas y cuáles están cubriendo a esas necesidades y tomando forma de otras; ¿es una necesidad básica tener sí o sí ese coche de juguete ahora ¡¡AHORA AHORA YA!! Quizás, también como yo, al comenzar esta aventura de la maternidad devoraras libros y más libros sobre crianza y pensaras: lo estoy consiguiendo. Y resulta que pasan los años y ya no sabes ni lo que estás haciendo. Pues sí, así sucede, o al menos así me sucede a mi.
Así que si te da, como a mi, por retomar esas lecturas, una de las que recomiendo releer es este clásico que es ahora, cuando mi hija está a punto de cumplir 9 años, cuando empieza a cobrar todo su sentido. Las emociones se vuelven complejas de desentrañar, se mezclan las emociones de todos los que convivimos en casa, de las amigas, maestras y demás seres del entorno, y se nos olvida a los adultos cómo hablar y sobre todo cómo escuchar. Algo en apariencia sencillo, pero en la práctica complicadísimo.
Todos los apartados son interesantes y adaptables a cualquier edad. De mucho uso me parece la "resolución conjunta de problemas", que consta de 5 pasos:
- Hablar de los sentimientos y necesidades de la niña
- Hablar de nuestros sentimientos y necesidades
- Exprimirse el cerebro para encontrar una solución mutuamente aceptable
- Escribir todas las ideas sin evaluarlas
- Decidir qué sugerencias nos gustan, qué sugerencias son desechables y cuáles pensamos seguir en el futuro.
"Parece todo muy sencillo, pero no lo es tanto. Y la parte más ardua no es el aprendizaje de los distintos pasos: eso se consigue con un poco de estudio. Lo que más cuesta es el cambio de actitud que tiene que obrarse en nuestro interior.
Debemos dejar de pensar en el niño como un "problema" que hay que corregir. Debemos descartar la idea de que porque somos adultos conocemos siempre la respuesta justa y acertada. Debemos olvidar esa obsesión de que si no somos lo "bastante duros", nuestro hijo se aprovechará de nosotros.
Se requiere un gran acto de fe para creer que si nos tomamos el tiempo de sentarnos y compartir nuestros sentimientos sinceros con una persona joven, a la par que escuchamos los suyos, juntos hallaremos soluciones que puedan beneficiarnos a los dos.
Hay un mensaje capital inherente a este enfoque. Dice así:
Cuando surge un conflicto con nuestro hijo, ya no tenemos que movilizar nuestras fuerzas uno contra otro ni preocuparnos pensando quién se alzará victorioso y quién capitulará en la derrota. Por el contrario, podemos invertir nuestra energía en buscar la clase de soluciones que respeten las necesidades de ambos como individuos.
Enseñemos a nuestros hijos que no necesitan ser nuestras víctimas ni nuestros enemigos. Démosles las herramientas que les permitirán ser partícipes verdaderamente activos en la resolución de los problemas que les asedian...ahora, estando en casa, y en el mundo difícil y complejo que les aguarda en el futuro"
¿Conoces este libro? ¿Has utilizado sus consejos? ¡Cuéntame cómo te fue!
¡Hasta pronto!